miércoles, 30 de abril de 2008

Charlando...


Dos amigos:

- ¿Sabes?, el otro día conocí a alguien mejor que tú.

- ¿De veras? ¿Y qué hiciste?

- Lo maté. No fui capaz de permitir tal insolencia.

- ¡Muchos se volverían criminales si obtuvieran con ello un compañero de celda como el que yo tengo!

martes, 29 de abril de 2008

Dos hermanos


Ambos guerreros estaban uno frente a otro. Sus espadas centelleaban con cada resplandor del fuego que los envolvía a ambos. Era un enfrentamiento temido, no tanto por lo seguro del destino que aguardaba, como por ser una lucha entre hermanos, entre camaradas que habían rendido honor a un mismo señor, que habían sangrado junto a una misma bandera. Uno, guardián de su reino, otro emisario del mismo. Y ahora, enfrentados por un mismo ideal. Llevaban luchando a brazo partido minutos, las corazas arrojadas al suelo, los escudos tirados a las llamas, y las espadas defendiendo y atacando como las lenguas de fuego que poco a poco se aproximaban.

- ¿No entiendes que esto es lo justo? ¿No entiendes que la tiranía de nuestro señor ha llevado a la miseria a nuestro pueblo?

- ¿Pueblo? ¿Hablas del mismo pueblo que has hecho que se estrelle contra nuestras defensas? –el que hablaba amagó un ataque y esquivó a duras penas el zigzag que hizo la espada de su oponente frente a él- ¿El mismo que ha pasado a cuchillo a todos los que se refugiaban en estas tierras?

- ¡Maldito iluso! ¡El hambre estaba acabando con ellos! ¡He actuado por ellos!

- Aún a sabiendas de que ese movimiento en el tablero conllevaría enfrentarte a mí.

- Aún estás a tiempo de unirte a nosotros. Junto a ti, todos los defensores de esa estupidez llamada corona dejarían las armas para dar lo que el pueblo suplica a gritos –el humo hacía que las lágrimas afloraran en los oscuros ojos del guerrero.

- Me debo a los míos. Debo mi lealtad a mi rey. Igual que tú eres el adalid de tu pueblo yo soy el héroe de mi reino… No debiste venir aquí.

Pasaron unos instantes de silencio, solo roto por el crepitar del fuego que engullía las maderas del edificio donde se habían encontrado. Del sitio donde estaban manteniendo su pulso personal. El de los ojos oscuros fijó su mirada en quien había sido su compañero y susurró:

- Has visto la muerte, ¿hermano?

- Cada vez que me miro al espejo, joven guerrero –la espada oscilaba de izquierda a derecha y realizando un breve saludo con ella continuó- Hoy la muerte morirá… llevándose su última presa.

Y en un último ataque, las espadas chocaron.

sábado, 26 de abril de 2008

El sonido de la vejez: Un canto al olvido.


Por desgracia son pocas ya las ocasiones de las que dispongo para dejar que los pies me lleven tranquilamente entre la docena de casas de la aldea en la que me he criado. Hoy lo he hecho, permitiéndome llenar los pulmones del aire que los bosques de alrededor nos regalan todos los días, sonriendo ante el verde brillante salpicado de margaritas que Galicia tiene en esta época del año, y cortejando a mis oídos con la melodía que aquí entona la naturaleza. Sin embargo, se cruzó un sonido que tal vez no habría querido escuchar. Al menos en aquel momento no lo pensaba.
Mis tíos, pasado ya el umbral de los ochenta años, salían en aquel momento de guardar los aparejos con los que durante el día a veinticinco grados habían estado trabajando la tierra, como de costumbre. Recibí con una sonrisa sus caras arrugadas, y pronto recibí una cálida respuesta cuyo candor había perdido la vivacidad de otros tiempos. Aquellos ojos que han visto tantos años, tantas cosas, tanta gente… ahora viven sus últimos días contemplando cómo las casas se quedan vacías poco a poco, y las últimas semillas de su generación empiezan a caer recordándoles que su final está cerca. Una mirada resignada, y quizás esperanzada en que ese día les traiga un descanso que las dolencias de la senectud hacen a veces deseable.
Algo atenazó incluso mi interior al comprobar que me estaba deleitando con la tranquilidad que otorga la soledad abismal que poco a poco se cierne sobre las aldeas gallegas. Una paz fantasmal que convierte estos rincones en cementerios de recuerdos que perdurarán en su hierba hasta que el hormigón las cubra, pero que caerán en el olvido cuando la última gota de su vida se derrame entre sus matojos.


viernes, 25 de abril de 2008

Quotation Marks

"La Marihuana no es una droga, son simples hojas".
(Arnold Schwarzenegger.................... y pensar que este hombre me caía bien cuando hacía películas... No dice nada bueno de mí, ¿no?)

miércoles, 23 de abril de 2008

Un fuerte olor a pocilga envuelve el Reino Unido y los británicos culpan a Europa






No he querido pasar por alto esta "deliciosa" noticia:



Millones de británicos se han visto sorprendidos este fin de semana por un extraño olor, tan desagradable como difícil de definir y procedente, según la dirección del viento, del continente europeo.
Al igual que hay un viejo dicho portugués según el cual de España no puede venir "ni buen viento ni buen casamiento", muchos ingleses se vieron confirmados de pronto en su idea de que de más allá del canal de la Mancha no puede tampoco venirles nada bueno.



Algunos ciudadanos hablaban de un olor a pocilga, otros creían percibir un olor a estiércol, a aguas fétidas o a algas podridas. Los medios, desde los tabloides sensacionalistas hasta la seria BBC en su principal noticiero, se han ocupado del extraño fenómeno, haciendo cábalas sobre cuál era el origen de la pestilencia, que invadía todo el sureste de Inglaterra, incluida la capital, Londres.

Muchos, en este país que parece no haber olvidado a Hitler, sospechaban que algo tan desagradable sólo podía venir del viejo país enemigo, Alemania, y en concreto de sus granjas de cerdos. Los británicos, tan poco dados al aprendizaje de idiomas extranjeros, de repente aprendían por su prensa una palabra nueva: gestank, como llaman los alemanes al mal olor.
Una ONG llamada Water Aid, dedicada a velar por el agua, aseguró que Londres no había apestado tanto desde 1858, cuando se extendió por toda la ciudad un olor espantoso procedente de las aguas de albañal.
El hedor no parece haber respetado tampoco a la monarquía, y así un portavoz de la oficina turística de Windsor, tras declarar que el olor resultaba insoportable, expresó su esperanza de que Isabel II, vecina de esa localidad, hubiese ordenado cerrar todas las ventanas de su castillo.



El sindicato británico de agricultores aventuró mientras tanto que el olor se debía seguramente a que sus colegas holandeses habían esparcido estiércol masivamente tras la prohibición de hacerlo en el período invernal. Es lo que ocurre cuando se obliga a los agricultores a utilizar de una vez todo su estiércol en lugar de hacerlo de manera dosificada durante todo el invierno", dijo el portavoz del sindicato, Anthony Gibson.


La Oficina Meteorológica británica tomó finalmente cartas en el asunto para dar una explicación científica: el olor, tan misterioso como desagradable, era pura y simple contaminación, algo que soportan todos los días millones de ciudadanos de la Europa industrial del Norte.
Fábricas de chocolate belgas, granjas de cerdos de Bélgica, Holanda y el norte de Alemania, factorías de automóviles y de motores diésel, en fin todo lo que contribuye a ensuciar la atmósfera en la Europa industrial.
A los británicos sólo les queda ahora esperar que en los próximos días se produzca un cambio de dirección de los vientos para que vuelvan a soplar los mucho más limpios del Atlántico, a los que están acostumbrados.





JOAQUÍN RÁBAGO / EFE. 19.04.2008

sábado, 19 de abril de 2008

Frente al espejo



A veces, cuando la imaginación está caprichosa, una imagen puede ser la más sugerente de las inspiraciones. Esta aburrida noche del sábado me ha llevado hasta un espejo colgado en una pared, donde se refleja una escalera. Al principio no le vi demasiado sentido, sin embargo, tras mirarla durante un largo rato, alguna de mis famosas paranoias comenzó a zumbarme por la cabeza.
Esta vez me tocó hacerme una pregunta: ¿cuántas veces nos miramos al espejo? No me refiero a lo que hacemos todas las mañanas cuando nos despertamos y comprobamos los pelos que se nos han quedado al dormir, o cuando nos arreglamos y lo utilizamos para tratar de vernos mejor. Me he preguntado cuántas veces nos paramos realmente a observar nuestro interior frente al espejo. A pararnos frente a él y mirar a los ojos de la imagen que nos enfrenta; a esperar a que nuestra propia valoración de nuestra conciencia transforme esa imagen en lo que realmente nos hemos convertido. Tal vez en el niño que no hemos dejado de ser, tal vez en una máscara teatral oculta por el día a día, tal vez en un monstruo que aterraría a ese niño del principio… Es posible que este último miedo a que el otro lado del espejo nos muestre los peldaños de bajada de una escalera en la que creemos estar subiendo es lo que nos hace rehuir de ese pausado momento frente a él.
Yo lo he intentado. Reconozco que los ojos que me devolvieron el saludo, me asustaron.

viernes, 18 de abril de 2008

El timo del final inconcluso


Hasta el día de hoy creía que lo más feo que hay en el cine actual son los trailers engañosos que prometen una cosa totalmente distinta al producto que anuncian - Promocionar 'La Joven del Agua' como si fuera un filme de terror debería considerarse delito.

Hasta hoy.


Voy a hablar de la edición en DVD de American Gangster. Si alguien no la ha visto, aviso de que en particular voy a hablar del final de la misma.


Después de estar 157 minutos viendo como se hilan las tramas de Denzel Washington y Russell Crowe (los dos están absolutamente enormes) y esperar con ansia el encuentro entre los dos personajes en algún apoteósico final a la altura del resto del metraje, uno se encuentra con un desenlace tipo Telefilme de Sábado por la tarde en Antena 3: un texto aparece en pantalla resumiéndote lo que pasó con los personajes de la película. Aquello chirrió enormemente. Imaginad que estáis viendo 'El Padrino' y que después de la escena de la muerte del Don, aparece un resumen de lo que pasa con Michael. Pues más o menos lo mismo.


Pero ¡Tachán! esta mañana leo en el prestigioso BLOGDECINE que la edición en DVD de American Gangster habrá 50 minutos más de metraje. Precisamente los 50 minutos posteriores a ese decepcionante final. No estamos hablando de una 'Edición prolongada' como en 'El Señor de los Anillos' o 'Apocalypse Now Redux', que no eran, en definitiva, más que un montaje diferente de las películas originales con algunas escenas añadidas. El caso de American Gangster no es ese. No sé de quien fue la idea, si de Ridley Scott (Este hombre es publicista, haría cualquier cosa por vender su producto) o de la productora, pero alguien decidió estrenar una película en los cines estando cortada por la mitad.

Alguien, no sé quién, pero alguien, y odio a ese alguien, me hizo pagar a mí y a las miles de personas que fueron al cine, un valioso dinero para ver una película sin final.

Sin final.

Y ahora pretenden que paguemos para poder verlo.


Después, seguramente, se quejarán de que hay piratería en el Séptimo Arte.

miércoles, 16 de abril de 2008

Fotografía Mental



Caminaba por el Cementerio de San Fernando cuando fui testigo de una curiosa imagen.
Un trabajador del lugar estaba enseñando a uno más joven cómo conectar una manguera en una boca de riego. Justo cuando pasaba por su lado, pude oír cómo la voz de la experiencia salía por la boca del maestro, indicando al aprendiz que la conexión debía apretarse “pa el lao que no es la izquierda”.
Me detuve unos momentos a observar la labor de los operarios, quizás esperando otro golpe de genialidad verbal.
No recuerdo bien quién de los dos giró la llave, pero el caso fue que la presión arrancó la manguera de la cañería. Mi mente quedó ajena a los comentarios que se hacían maestro y pupilo, ya que se formó ante mí una fotografía realmente hermosa.

El agua cayendo sobre las tumbas bajo un cielo claro y radiante.

Sombras del pasado - Página número uno.


- Oía las voces en su cabeza. A veces decían que debía morir, otras veces le musitaban palabras de ánimo, pero sea como sea, siempre estaban con él. La primera vez fue la más difícil, apenas tenía dieciséis años, no habían familiares que pudieran localizar y el médico dictó la enfermedad. Según alguien de la calle estaba loco. Pasaron años y la medicación iba en aumento, sobre todo cuando las crisis eran más peligrosas. Tres intentos de suicidio, dos o tres peleas de bar, su humor y su manera de comportarse cambiaron… pero él decía que era el de siempre, que no estaba ido, sencillamente sentía que tenía que hacerlo. La última vez que lo vi, cubierto de sangre, con las muñecas abiertas, me dijo que era lo mejor, que lo había sentido, igual que con las peleas. Igual que cuando estampó su coche con un camión que transportaba escombros. Llevaba unos cuantos días en modo zombis, la medicación, ya me entiendes –sacó la lengua y puso los ojos en blanco- pero aún así, cuando tenía un respiro sin esas drogas, afirmaba que seguía oyéndolos, y que la medicación hacía que los pudiera ver. No sé, igual estaba en lo cierto. Igual alguien le hablaba de verdad… ¿Quieres un cigarro? –lo encendió y sonrió amargamente- ¿Qué hombre no tiene sus vicios? ¿Eh? Como iba diciendo, igual, en lugar de haberlo atiborrado a pastillas habrían tenido que preguntarle quién le hablaba… habría evitado mucho desgaste de algunas personas… Jules, Marta…

- ¿Así lo crees? –le interrogó el otro.

- Quizás.

- ¿Tienes un rato?

- Claro.

- Bien… déjame contarte mi historia –tomó un trago de su vaso y lo dejó a medias, poniéndose la chaqueta mientras añadía- Pero no aquí, conozco un lugar “mejor” para hablar de estos asuntos. Sigue el wolksvagen negro. Te esperaré.

sábado, 12 de abril de 2008

Una nueva raza


Si de algo me han servido los casi seis años que llevo viviendo en Ferrol es como oportunidad única de estudiar a la nueva raza humanoide que he descubierto en esta ciudad: los conductores de autobuses de Ferrolterra. Aparentemente son humanos comunes y corrientes que podrían caminar entre nosotros pasando desapercibidos, pero con unas cuantas directrices que he ido analizando en los últimos años, podrán reconocerlos fácilmente:

Carecen de visión lateral. Tras correr innumerables veces al lado del autobús, o verlos pasar de largo tras esperar media hora en la parada, he llegado a la certera conclusión de que estos individuos poseen un sistema de visión inverso al de los caballos. Es decir, sólo ven frontalmente.

Su capacidad auditiva es menor que la del homo sapiens común. Si el autobús en el que circulan no es de cuando Franco era caudillo y el pitido de la parada suena más que la sirena de los barcos, no se molesten en presionar el botoncito. Tendrá que hacer uso de sus cuerdas vocales y avisarlo mediante el tradicional sistema del grito o berrido a lo gallego.

Necesitan ingentes cantidades de café al día. Da igual que lleve acumulado retraso, que sea hora de salir y que haya gente esperando ya en la parada. Para esta raza, es absolutamente imprescindible el café al final de ruta.

Su sistema de sociabilización se reduce a la propia raza. Es un sistema curioso que me ha costado descifrar. Con respecto al resto de humanos comunes, su relación se reduce a unos cuantos gruñidos, algún que otro berrido o como mucho, una cortés contestación de buenos días (siempre hay alguno que siente curiosidad por las demás razas del entorno). Sin embargo, con respecto a su propia raza, necesitan constantemente la cercanía. Por ello, lo más habitual es que todos los autobuses que coincidan en ruta vengan juntos de hora en hora, en vez de uno cada veinte minutos como sería lo estipulado por los horarios.

Elusión inconsciente de la responsabilidad. Estos individuos tienen una concepción de hechos como la responsabilidad de los actos muy diferente, es decir, no asumen que sus actos son incorrectos, simplemente, la culpa es de otros. Así que si has tenido que hacer señas de controlador aéreo para que no te pase de largo cuando estabas esperando junto al palo de la parada del autobús, lo más probable es que te regañe porque ESE no es un buen lugar para esperar el autobús.

Dificultad con asumir las normas y leyes que rigen el día a día del humano común. Cosas como hablar por el móvil al conducir, hacer cambios de sentido en lugares donde no está permitido, extremar el control de la velocidad en condiciones climatológicas adversas… les cuesta… Hemos de comprender que son seres humanos extraordinarios. Excluyendo su defecto auditivo, están por encima de nosotros.

Así que, si se topan con un conductor de autobuses ferrolano por la calle, tengan en cuenta sus necesidades vitales para tratar de comprenderlo. Debemos ser tolerantes y facilitar la convivencia con todas las razas vivas del mundo, y apreciar la suerte de poder asistir en persona al surgimiento de una nueva especie.

miércoles, 9 de abril de 2008

Anécdotas Históricas: "¡Fue un accidente!"


Nos encontramos en las Islas Molucas, donde hoy es día de juicio contra uno de los aldeanos.
Los hechos por los que el Acusado, cuyo nombre no será revelado por petición expresa de las autoridades, está frente al consejo de sabios de la tribu se remontan una semana antes. El Acusado formaba parte de un grupo de individuos que, como cada fin de semana, habían partido hacia el interior de la isla en busca de cabezas que cortar, como manda la tradición. Nada en la conducta de los cazadores de hombres hacía presagiar el terrible acto que estaba a punto de suceder.

Gracias a testigos presenciales, el incidente ha podido ser reproducido con exactitud.
Todo estaba en orden y la actividad estaba siendo llevada a cabo dentro de los márgenes legales, cuando divisaron a la primera presa del día: una mujer que se encontraba recolectado fruta de unos árboles muy cerca de su casa. Para no hacer ruido y así no delatar su posición, los cazadores se comunicaron por señas y dispusieron un cerco alrededor de la presa en forma de abanico, dejando en el centro al Acusado, de quien se comenta es el mejor recolector de cabezas de la región. Lentamente, el equipo fue avanzando por entre la maleza hasta estar lo suficientemente cerca de la mujer para lanzar el ataque, pero al mismo tiempo lo suficientemente lejos como para que ella no pudiera siquiera sentir su presencia. Cuando cada uno estuvo en su posición, el Acusado comenzó a acercarse poco a poco a la mujer, mientras levantaba el largo y afilado machete para asestarle el golpe mortal en la nuca. Entonces, sin que nadie pudiera evitarlo y pese al intenso entrenamiento y experiencia que el Acusado había recibido, la mujer repentinamente se dio la vuelta y sus ojos se encontraron con los de su recién convertido agresor. Desgraciadamente, el sujeto ya había comenzado a descargar el golpe cuando esto sucedió y no pudo hacer nada por evitar la muerte de la mujer.

Ahora, el consejo está reunido dentro de la choza principal, mientras el Acusado y los testigos esperan fuera. Los sabios salen al exterior y ocupan sus asientos alrededor del Acusado. Entonces, el anciano principal se levanta y habla:

“Las leyes son claras. El Acusado será procesado por homicidio involuntario. A continuación el consejo se retirará para evaluar cual será la condena, que procurará rebajar dado el historial tan competente del Acusado. Así, el juicio queda aplazado para dentro de una hora, momento en el cual toda la tribu, así como los familiares de la víctima, deberán estar presentes”.

El Acusado se pone en pie de un salto y grita:

“¡Fue un accidente! ¡Por favor! Deben entenderlo. Yo no quería matarla ¡Yo no quería matarla, sólo cortarle la cabeza! ¡Fue un accidente! ¡Pónganse en mi lugar, se lo suplico!”

Pero el consejo no quiso escucharle y se metió nuevamente en la choza. Y es que las leyes son claras. Si la víctima entabla contacto visual con su agresor, la cacería de cabezas pasa a considerarse asesinato.

Las leyes son claras.

domingo, 6 de abril de 2008

Mi gran aventura (final)


De repente un estruendo creciente se sumó a nosotros inundando las avenidas de Hollywood, y con decenas de alarmas como banda sonora, el suelo retumbó rítmicamente al son de la marcha de un ejército de clones encabezados por un pequeño jedi de orejas puntiagudas que terminó por rellenar el poco espacio vacío. Por un instante el estruendo cesó mientras los dos batallones nos contemplábamos desafiantes… hasta que al fin…
- ¡Marineros! ¡A la cargaaaaaaaa!- por supuesto… el Capitán Espronceda. ¿Quién si no iba a dar semejante orden?
Y allá fueron nuestros orcos y nuestros piratas a cortar cables de conexión mientras Gandalf y el pequeño Yoda mantenían una lucha de titanes. Y mientras, ¿qué hacía yo? Pues correr. Escapar más bien. ¿Qué queréis? Ni una espadita me habían dado, y una no tiene garras en las manos como Lobezno… Así que en cuanto pude, me escurrí hasta uno de los grandes edificios y empujé de golpe una pequeña puerta lateral.
Cuando recuperé el aliento y me di la vuelta, comprobé que había retrocedido en el tiempo… y de paso me había cambiado de continente. Estaba en una especie de saloon americano, con bajas mesas de madera donde unos cuantos hombres jugaban al póker con la mano pegada a una copa de whisky, y un grupo de bailarinas con vestidos encorsetados que dejaban a la vista sus medias de liguero negras bailaban al sonido de un viejo piano que sonaba entre las cortinas de terciopelo rojo. Movida por los empujones de los borrachos que se cruzaban en mi camino (o yo mas bien en el suyo) llegué inconscientemente hasta la barra, y una cabaretera con más cara de mala leche que las cuatro del monte Rushmore juntas, me dio la bienvenida con un cariñoso gruñido:
- No se sirve nada sin alcohol, el whisky no es del bueno y se paga por adelantado. Si no estás de acuerdo allí tienes la puerta. –Caray… ¿qué fue de la famosa hospitalidad de América? Estaba a punto de tomar su sabio consejo y buscar de nuevo esa puerta ansiada, cuando un brazo me rodeó los hombros llevándome de nuevo hacia la barra.
- Un Martini con Vodka, por favor. Mezclado, no agitado. –me giré para ver un rostro conocido enfundado en un elegante smoking, que me sonreía de una forma irresistiblemente embaucadora. Con un seductor arqueo de ceja, se llevó el vaso a aquellos labios carnosos y apetecibles, pero antes de que tan siquiera llegaran a humedecerse, el vaso estalló en mil pedazos. Con un grito me eché hacia atrás y James se puso en guardia enfrentando a una alta silueta que terminaba en un sombrero de cowboy que se recortaba a contraluz ante las puertezuelas. El vaquero, con cierto aire a Clint Eastwood, estaba de pie en medio del salón con las piernas semiabiertas y los dedos rozando las fundas del revolver, esperando la orden de su amo.
- En esta ciudad no hay suficiente sitio para los dos. –le dijo mascullando para que no se le cayera el cigarrillo de entre los labios.
Se tensó el silencio mientras las gotas de sudor corrían por la frente de todos los presentes. Un movimiento en falso y las balas empezaron a silbar por doquier. Sentí que algo tiraba de mi brazo y cuando quise darme cuenta estaba ya tras la puerta en un lóbrego pasillo, corriendo al lado de William, que de nuevo había acudido a socorrerme.
- ¡Tenemos que liberar a los prisioneros! –me gritó azuzándome a que corriese más deprisa.
- ¿¡Qué prisioneros!?- contesté mientras tratábamos de abrir una gruesa puerta de acero blindado. Cuando al fin logramos acceder al otro lado, creí desmayarme de la impresión. Nos encontrábamos en una nave de proporciones gigantescas donde había enormes cápsulas con decenas de personajes dentro. Sólo de los que a simple vista veía reconocí a unos cuantos dráculas diferentes, un par de hombres murciélago, un par de personajes de Harry Potter, estaba también Lestat… pero por sobre todos ellos, un lejano quejido lastimero se oía desde la boca de un dragón encadenado al final de la nave. Dragón no… dragona. William y yo corrimos hasta ella y nos encontramos al pobre Eragon desesperado tratando de romper los grilletes que la apresaban.
- ¡Ayudadme! –nos gritó.
- ¿Vos estáis bien? –le preguntó William.
- Sí, sólo me han teñido el pelo, ¡querían ponerme trenzas! –lo miramos compadecidos con cara de horror ante tal crueldad. –Pero la pobre Saphira… ¡mirad que alas le han puesto! ¡Tenemos que liberarla antes de que vuelvan!
- ¿Pero cómo? No tenemos nada para cortar esas cadenas.
- Dejádmelo a mí. –dijo una voz infantil a nuestras espaldas. Allí, una niña de pelo castaño rizado y una túnica negra que le arrastraba sobre los pies con el escudo de Hogwarts bordado en su pecho, nos miraba orgullosa de haber logrado escapar ella solita. Sin mediar negociación, se acercó a los enormes grilletes, sacó su varita, rozó el metal con ella y dijo. -¡Alohomora!
Como por arte de magia… el grillete se soltó y las patas de la dragona se vieron libres al fin. Entonces corrimos a liberar al resto de personajes. Me encontré rescatando a una hermosa dama de grandes ojos verdes ataviada con un espectacular traje de época en terciopelo verde oscuro. Estaba tan delgada la pobre que incluso tuve que sujetarla para que no se cayera al suelo. Agotada, se aferró a mi brazo y me miró alzando un puño.
- Me han tenido a dieta estricta los muy…, pero a Dios pongo por testigo… ¡que jamás volveré a pasar hambre!
- Tranquila mujer, estamos en América, seguro que hay un Mcdonals cerca… -le dije con tono un tanto irónico.
Nos reunimos con los demás y echamos a correr hacia la salida. Cuando estábamos a punto de cruzar el umbral… sentí una fuerza invisible que tiraba de mi hacia atrás. Me giré y vi una silueta imponente cubierta con una capa oscura y el rostro oculto tras una máscara que parecía más bien la tapa del filtro de la aspiradora, que respiraba como si fuera un dinosaurio agonizando.
- Veeeen….-me susurró entre aquellos gemidos desesperados. –veen al laaado oscuro…
Algo tiraba de mí hacia aquel ser, algo invisible y tentador. Sentí la mano de William asiendo mi brazo con fuerza y tratando de tirar de mi hacia la salida, pero otra mano transparente me retenía sujeta hacia aquel imán de oscuridad en donde tan mal se debía respirar.
- ¡No! ¡Resistid! ¡No os dejéis llevar! –me gritaba William. -¡Natalia! ¡Natalia!...
- ¿Natalia?
Levanté la cabeza y ví la cara de mi agente literario que me miraba un tanto preocupado.
- ¿Te encuentras bien? –me preguntó.
Sacudí la cabeza y miré al frente. Al otro lado de la mesa los representantes de la productora de cine no perdían detalle de mi rostro, y su expresión tensa dejaba patente que aguardaban una acción por mi parte. Ante mí, los papeles del contrato por el que les cedía el derecho sobre mis personajes por una suma considerable de dinero.
Me froté la cara para tratar de despejarme. Una mano me tendió un bolígrafo y miré al productor a los ojos. No estaban. Otra vez estaba la máscara de la aspiradora agonizando… “veeeen al laaado oscuuro…”
Me eché atrás de la silla de un sobresalto y mi cara se reflejó en el cristal de la ventana. Me di la vuelta y contemplé los libros que se apilaban en las estanterías de mi biblioteca. Justo a la altura de mi mano, en el canto de un ejemplar rezaba…William Shakespeare.
Me giré y enfrenté las caras interrogantes que me miraban. Me encogí de hombros y les dije:
- Ser… o no ser.. ¿he ahí la cuestión?

miércoles, 2 de abril de 2008

Anécdotas Históricas: Viena, 1802


Los cuatro llegaron cuando el concierto había comenzado.


Mientras buscaban su asiento, el pianista ejecutaba con sorprendente fluidez una pieza que para la mayoría de músicos rozaba el máximo grado de dificultad. El artista en cuestión estaba siendo el blanco de las envidias y falacias de un gran número de intérpretes, hecho que él había respondido haciendo imprimir cientos de copias de aquella sonata para repartirlas por todas las escuelas de música de Viena; el objetivo de tal singular respuesta era ridiculizar a esos seres humanos, ya que ninguno fue capaz de tocarla.
Aquél acto fue el que llamó la atención de los cuatro amigos, quienes decidieron ir a una de las apariciones públicas del pianista para poder escucharlo en persona. Con cuidado de no hacer demasiado ruido, se acercaron a la primera fila, donde se encontraban las sillas que tenían reservadas. Después de un rato observando como las manos del músico bailaban por las teclas, uno de ellos hizo la primera observación:
“¿Os habéis fijado en su cara? Miradlo. Hace como si estuviese concentrado; como en una especie de éxtasis.”
“Que hombre tan falso”, dijo el segundo.
“A lo mejor es que de verdad es así”, dijo el tercero.
“Por el amor de Dios, ¿cómo va a ser así? Tenemos a otro tipo que pretende ir de Mozart. Viena está a reventar de ellos estos días”, contestó el primero.


Una mujer que tenían a sus espaldas les rogó silencio. El pianista miró fugazmente a su audiencia y continuó con su pieza.


“¿Por qué hay tan pocos pianistas que puedan reproducir sus composiciones? No lo entiendo, no es nada del otro mundo. Es sólo que toca un nuevo tipo de acorde. En el momento que la gente se adapte a eso, no tendrá nada de especial. Y por supuesto, no pagaría ni una sola moneda por escuchar esos conciertos de música improvisada que hace… ¡JA! Música improvisada, no hay nada que suene tan vulgar”, dijo el cuarto.
“Eso demuestra el poco nivel que hay” dijo el segundo.


Permanecieron un largo rato en silencio, escuchando como la rápida melodía se había transformado en una lenta y calida canción. No habían escuchado nada igual en su vida, cosa que aclaró el cuarto de los compañeros.


“Se ha salido del patrón. Eso que está haciendo debería ser doloroso para el oído”.
“¿Y por qué no lo es? Preguntó el tercero, pero no obtuvo respuesta.
“Fijaos, esa melodía no tiene nada de especial. Lenta y melódica. Cualquiera podría hacerlo” dijo el primero.
“Armar escándalo por este personaje solamente será beneficioso para él, le dará publicidad. Propongo no hablar demasiado de él cuando salgamos”, dijo el segundo, sonriendo.


La misma mujer de antes volvió a llamarles la atención. El músico esta vez pareció no darse cuenta.
Luego de unos minutos de silencio, el tercero había quedado hipnotizado por la sonata. El segundo giró la cabeza y miró el público que se había reunido.


“Mirad que gente tan selecta ha venido” dijo con sarcasmo, “¿Cuántos de ellos entenderá de música?”
“Seguramente ninguno. Y si hay alguno que entienda y al final de la actuación aplauda, significa que es amigo del tipo ese”, contestó el cuarto.
“A mí esta música no me llena en absoluto. No la entiendo” dijo el primero “¿Qué quiere contarnos con eso? ¿Es una canción de amor? ¿De tristeza? ¿De melancolía? Por Dios bendito, si él mismo no debe saber a qué está dedicada esa pieza”.
“¿A dónde vamos después de salir de aquí?”, preguntó el cuarto.
“Hoy es martes, seguro que el barón Dreckfabrer organiza alguna fiesta en su casa” dijo el segundo.
“Muy bien, podría resultar interesante, vayamos entonces”, dijo el primero. Luego miró al tercero y, al ver que estaba pendiente de la actuación, le zarandeó para que oyera lo que estaban hablando. La mujer siseó de nuevo con más fuerza.
Súbitamente la canción se detuvo. Todos miraron hacia el piano y vieron como el compositor mantenía las manos a unos centímetros sobre el teclado; inmediatamente cerró la tapa con un fuerte golpe, tan fuerte que alguno de los presentes pensó que había destrozado la madera, y se levantó, casi tirando su asiento al suelo. Recogió las hojas de pentagramas del atril y con dura expresión se volvió hacia los asistentes, luego miró al caballero que lo había invitado a participar en el recital y dijo:
“Para tales cerdos no toco yo”.
Acto seguido, a paso ligero, Ludwig Van Beethoven salió de la sala empujando a unos y a otros, como un torbellino.


“¿Qué rayos le pasa a ese?”, preguntó el primero, casi riéndose.
“Qué actitud tan lamentable, qué tipo tan vulgar”, dijo el segundo.
“En fin caballeros, creo que ya nos podemos ir” dijo el cuarto.
Mientras los tres se retiraban, junto con los demás asistentes, el tercero se quedó un rato más mirando aquel piano, preguntándose de donde habían salido esa "Sonata Nº14 en Do sostenido menor" y ese hombrecillo tan extraño que la había dado a luz.



“Hay dos tipos de personas a los que no les gustarás: los estúpidos y los envidiosos. A los primeros les terminarás gustando. A los segundos, nunca”.
(John Wilmot, Segundo Conde de Rochester)

martes, 1 de abril de 2008

Las cicatrices del corazón de un perdedor.


Hay mujeres que marcan nuestras vidas. Esas que con sus guiños picantes y sus sonrisas llenas de luz nos hacen creer que Satanás no es lo suficiente fuerte como para evitar que las sigamos viendo. Y que no hay belleza en el cielo para hacernos despegar los ojos de ellas. Después está su forma de ser, destilan carisma por sus poros. Tienen esa chispa que quema y atrae a la vez.

Muchas mujeres así surgen en nuestras vidas. A veces, una marca más que las otras, a veces no. Pero siempre, por olvidadas que las tengamos, un número o una foto nos hace recordarlas, y pensar en qué pudo haber sido si tras un comentario hubiéramos dado los pasos pertinentes. En nuestros labios aparece una sonrisa de medio lado, irónica y que nos hace pensar que eso ya pasó. Pero que el último café no nos lo arrebatará nadie, y decidimos llamar.

Su voz sigue siendo de miel, y su forma de pronunciar las palabras como el más dulce te quiero jamás pronunciado. Tocamos la cicatriz de nuestro corazón, y sabemos que la vieja herida vuelve a sangrar… sabiendo que nosotros hemos hecho que salten los puntos. Y cuando aceptan una invitación para un café, desempolvamos la chaqueta de cuero, ya con más de un picotazo dado, y que empieza a perder su color inicial. Agarramos la colonia esa que decíamos que no usábamos porque olía raro, cuando en realidad no olía raro, éramos nosotros los que no queríamos oler igual que antes. Y sonreímos socarronamente al espejo, recordando aquellos momentos en los que éramos más tenaces, nobles y santurrones.

Pero cuando llega la hora, con la chica frente a ti y el café servido, las piernas tiemblan igual que la última vez. Y ahora aparece un nuevo miedo. El miedo al no. Que nos cose los labios y nos arrebata las ganas de intentarlo. Aunque creamos que en sus ojos se espera con ganas ese momento. Surgen recuerdos y situaciones ya vividas, y sabes que, independientemente de que ese cruce se más largo o más corto, ya no eres el mismo.

Aunque ella si lo sea.