domingo, 11 de mayo de 2008

Calma

El día había empezado soleado. Una de estas mañanas en las que uno tiene la sensación de que tal vez la luz pueda penetrar bajo la piel y limpiar la suciedad del corazón. Con esa esperanza, ella cogió su abrigo y salió al encuentro con el sol. Se dejó pasear sin rumbo fijo buscando la comodidad de la hierba si podía evitar el duro asfalto, mientras la brisa le revolvía los cabellos mezclándose con ellos a capricho. A medida que avanzaba el cielo se fue nublando y las oscuras nubes que se cernían sobre su cabeza instauraron la inquietud de sus sombras en su interior. A cada paso la hierba parecía perder la vivacidad de su color verde bajo aquel manto tormentoso.
El camino desapareció entre los brazos de la naturaleza más agreste, y sus pies se vieron obligados a sortear las zarzas y ortigas que crecían salvajes. La maleza crecía en altura a medida que avanzaba y a lo lejos retumbaban ya los primeros truenos de la tormenta. Su inquietud creció hasta rozar los límites de la angustia cuando en el horizonte, algo plateado brilló. Aún con los pies arañados y lastimados por las piedras del camino, continuó adelante embriagada por aquella nueva luz que competía con la oscuridad de la tormenta.
La tierra terminó bruscamente en una pared vertical donde la roca se había convertido en un lienzo sobre el que el mar pintaba sus excentricidades a placer. Bajó la vista y contempló embelesada el reflejo del resplandor de la tarde sobre la superficie del agua. Estaba maravillosamente tranquila, allá abajo, meciéndose suavemente sobre las rocas. Casi parecía bailar un silencioso vals que él mismo tocaba. Sonrió y caminó por el borde de la pared sin dejar de contemplar aquella calma que acunaba los sentidos. Se permitió cerrar los ojos unos instantes. Respiró por los oídos aquella inmensidad rítmica, acompasada, que opacaba incluso el lejano retumbar de los truenos.
El frescor de una gota al chocar contra la piel de su brazo la sobresaltó y abrió los ojos. Se dio la vuelta y contempló desanimada el zarzal que tendría que atravesar de nuevo para regresar a su hogar.
Inconscientemente, echó una mirada atrás.