lunes, 18 de febrero de 2008

Mi ángel...






El sueño me huía.
Los miedos e incertidumbre volvían a cernirse sobre mi cuerpo desnudo, que yacía inerte sobre la cama.

Me embelesé pensando en aquella mirada profunda que esperaba juguetear con mis pensamientos, y mi cuerpo tembló a los son de aquellas carcajadas que sonaban en las dulces noches de primavera, cuando relatábamos historias, tumbados en el césped, donde tan solo nos arropaba la profunda oscuridad.


En el vaho de los cristales escribía súplicas por tu presencia, mensajes de amor que cayeron en el olvido al resbalar las gotas de rocío emborronando los cristales.


Entre las frías sábanas busqué tu mano esperando quedarme dormida entre tus brazos, pero tan solo los pliegues de las sabanas llegaron a acariciar la yema de mis dedos, Con el paso de los segundos, ya desalentada por tu ausencia, me balanceaba en la sombría cama mientras el frío resbalaba sobre mi piel.


Y como aquella vez que logro apartarme de tus brazos, en la espera enloquecí hasta no ver, no oír, no sentir... y mi único fin era encontrarte.


Martirizadoras noches solitarias, en las que la urbe, en silencio, se mofaba demis lagrimas...
Susurré tu nombre tantas veces en la oscuridad...



Mi ángel, ¡Maldito! Que me robaste el corazón mientras me fundía con tu cuerpo entre besos y caricias. A tu lado el corazón me latía con fuerza ¡Pero ya no lo siento!...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hermoso. Magnífico segundo texto señorita Fernández.



Un lector que pasaba por aquí.