miércoles, 12 de marzo de 2008

La Triste Historia de Little John (3ª Parte)


Odessa, Texas.
Toy Place Pub.
21:42

‘Toma tus estúpidos ganchitos y termina tu estúpida historia’.
‘No es estúpida, es real. Tan real como lo es Little John, muchacho. Little John… Bueno, Little John ya no es Little John. Ahora es Old Will. Y antes de que me preguntes nada, ni se llama John, ni se llama Will. No le dice nunca a nadie su verdadero nombre; solamente lo sabe él y su madre. Pues Old Will regenta un bar de carretera en Ohio, uno de esos antros donde solo hay camioneros como yo… El condenado es ahora un perro viejo; ahora si que le viene al pelo lo de Old’.
‘¿Qué pasó con él?’.
‘Bueno, je, seguramente me pasé diciendo que lo “fusilaron”, pero solo usé las mismas palabras que él utilizó cuando me lo contó. Uno de los japos le puso la pistola en el pecho y ¡BANG! La bala le atravesó y él perdió el conocimiento. Lo dejaron allí tirado, creyéndole muerto, pero obviamente, no lo estaba. Lo que sí pasó fue que perdió mucha sangre, tanta que yo creo que fue eso lo que le dejó medio tarumba, ¿te he dicho que está medio tarumba?, pues lo está. A la mañana siguiente se despertó; el hombro le dolía tanto que casi no le dolía apenas. Tú me entiendes lo que quiero decir. El tío los tenía cuadrados, por que si no yo no puedo explicarme que aún tuviera fuerzas para tratarse la herida. Cogió dos planchas de piedra muy fina, las lavó bien con agua de mar y con ellas se taponó la herida de entrada y la de salida, atando un trozo de su chaqueta a modo de venda, para sujetarlas bien. Ya te digo, cuadrados. Es un tratamiento poco ortodoxo, supongo, pero aquel tío lo hizo y, joder, está vivo. Tarumba, pero vivo. Luego pasó dos días en aquel maldito islote, él solito. Él y las cenizas de la torre. Los japoneses… Dios sabe donde se fueron. A vigilar otro islote, seguramente, ya que ese estaba perdido. Al tercer día, un barco de pesca local lo rescató.’
‘Santo Cielo. Yo no hubiera aguantado vivo’.
‘Ni tú, ni yo, ni nadie… bueno, yo a lo mejor. Pues estuvo viviendo con aquellos pescadores durante siete años, trabajando con ellos. Dijo que en siete años no entendió ni una sola palabra de lo que hablaba esa gente. Ni siquiera supo decirme en que país estuvo. Pasados esos siete años… que tengo la impresión, sinceramente, de que fueron más, se levantó un día y, sin decirle nada a nadie, se largó. Se metió de polizón en un mercante que iba a Hawai, pero el muy imbecil acabó en Alaska. Allí conoció a su mujer. La dejó preñada y ella quiso tener el niño en su Ohio natal. Y en Ohio acabó su viaje. Allí está él. Little John. Old Will. En su bar de carretera. Medio tarumba o tarumba completo. El ejercito puso su nombre en una placa conmemorativa en Washington: “En memoria de Little John”. Ya ves.
‘Una historia muy triste’.
‘Es triste. Incluso si lo miras desde cualquier otro punto de vista, es triste’.
‘Sí’.
‘¿Te hace otra?’.
‘Sí, claro. Otra. A la salud de Little John’.
‘Y otra a la salud de Old Will’.

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