Aquella tarde de frío y lluvia terminaron bajo una manta en una habitación. Reían. El se negaba a hablar, le divertía. Acabaron abandonados a los juegos y a las risas que perdieron hace años, pero aun así, las miradas enamoradas seguían cruzándose.
Se señalaba el pecho, dibujando un corazón. Tras eso, la señalaba a ella.
-Tu... corazón... yo... - reía divertida, y sin pararse a ordenar las palabras se abrazaba a su cuello cubriéndole de besos.
Él Sonreía orgulloso. Jugaron una y otra vez, haciendo ver las cosas mas bellas con los gestos mas simples.
-Ésta no la entiendo, amor.- Dijo sonriendo. Él se levantó buscando papel y lápiz. La miraba con el amor mas intenso mientras escribía en el papel. Leyó la frase y se paró el tiempo. Los corazones latían al unísono, cogidos de la mano...
" Sobran las palabras"
-Mi vida... - Le susurró al oído. Le abrazó fuerte, tan fuerte que pudieron fundirse en uno.
Llegaba el último acertijo. Ella le miraba interrogante, sentada al otro extremo de la cama. Él comenzó a gesticular, despacio, sonriendo, con una delicadeza infinita. De repente se paró en seco. Sonrió y se acercó a ella. Tras cogerla de la mano se dirigió a la pared, y en ella, con el dedo índice, dibujó un símbolo, su símbolo, por siempre. Aquella maravillosa tarde alcanzó quizá la felicidad plena un segundo.
Ahora, pasado tiempo, Aquel símbolo sigue incrustado en la pared, y grabado por siempre en su corazón.
" Hoy, aun siguen sobrando las palabras, mi ángel... "
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