martes, 27 de mayo de 2008

Madurar.

Hay veces que debes aprender a hacerte viejo. Aprender a vivir con fantasmas del pasado, errores no enmendados, viejos amigos que no compartieron tu destino, hechos que pasaron en su momento, dejando una honda cicatriz en tu corazón…

El sentimiento que recorre el cuerpo al hacer recuento, en ocasiones, apenas dista de un amargo sabor a derrota y final. Sabiendo que todo tiempo pasado fue mejor... y que el evolucionar no será más que un paso menos a un final del que no se vuelve.

Recuerdas un viejo amigo de la infancia, que desapareció de tu historia. U otro, que finalizó su vida en una odiosa coincidencia. O algunos, que más lejanos, acaban convirtiéndose en sombras de lo que fueron. E incluso aquellos que aún no han dejado de persistir, algún día, la fortuna no lo quiera, pueden acabar por ser una foto en blanco y negro más. Una vida pasada hace demasiado. Una mota quizá, en el eterno tapiz de la existencia.

Sea como sea, ya no son tuyos. Sintiéndote como un niño que abandona juguetes o como el juguete olvidado, gente que considerabas tu confianza, acaban lejos de ti aunque estén a tu lado. Y los que lejos se hallan, desapareciendo de tu vida para volver solo en aquellos momentos cuando recuerdas una anécdota de infancia o de juventud, haciendo que te preguntes dónde estarán ahora... Para sorprenderte leyendo que quizás formaron una familia, pero que no les fue del todo bien. U otros, que libres como eran, dejaron su existencia allá donde mueren las cenizas de un cigarro.

Nunca aprendes a olvidarlos… aprendes a vivir con ellos en tu conciencia. Repitiendote lo diferente que podía haber sido todo de haberse producido otra posibilidad, otra variable, otro nudo en el camino. Y despertando cada noche, recordando aquellos rostros que una vez fueron tus confidentes... para descubrir que en la oscuridad, lo has perdido todo.

Después de todo, eso es hacerse mayor, ¿no?

2 comentarios:

Adam Pérez dijo...

¡¡Pues que bien le sienta madurar a tu escritura!!
Lo mejor de ti que he leido.
Magnífico.

Alejandra. dijo...

Bravo. Bravísimo.
Verdaderamente de todos tus escritos es el que mas me tocó y el que mas comprendo.
Como dice mi profesor, no es lo mismo entender que comprender, para entender hace falta concer la misma lengua y para comprender, los mismos sentimientos.
Me quito el sombrero y los guantes, para aplaudir más fuerte.
Seguí así.

Alguien que se pasa siempre.

ALesS!♪