lunes, 5 de mayo de 2008

¿Quién mató a Mijail Dostoievsky?


Casualmente topé el otro día con una biografía del gran escritor universal Fiodor Dostoievski. Como siempre, las anécdotas con un tono trágico suelen atraer mi atención y aprovecharé para plantear alguna de mis retorcidas divagaciones.

El padre del escritor, Mijail Dostoievsky, era un hidalgo ruso de carácter rígido y autoritario, que a la muerte de su mujer en 1837, se sumió en la depresión y en el alcoholismo. Como consecuencia, Fíodor y sus hermanos partieron hacia San Petersburgo para ser ingresados en la Escuela de Ingenieros Militares. Dos años más tarde, el por entonces joven escritor recibía una carta en la que se escribía con letras lo que él había llegado a desear en muchas ocasiones: el fallecimiento de su padre. Se decía que habían sido sus propios siervos mancomunados quienes, hartos de los brutales arranques de violencia derivados de su afición a la bebida, lo habían atado y obligado a beber vodka hasta ahogarse.
Las lenguas más susceptibles dicen que ésta no fue si no la morbosa versión que extendió un terrateniente como arma de especulación para conseguir reducir el precio de la finca del fallecido.

Cuestiones capitalistas a un lado, el caso es que ante la muerte de la sangre a veces salen a relucir los verdaderos sentimientos, y nuestro novicio novelista pasó del desprecio a la culpabilidad más agonizante que puede existir: aquella que aparece cuando todas las puertas para huir de ella se han cerrado ya.
Incluso Freud, insaciable de aprovechar cualquier devaneo de las mentes e inquietudes humanas, escribió un tratado sobre el caso titulado Dostoievsky, el parricida.

Compadeciendo el tormento que el escritor tuvo que padecer a lo largo de su vida por cargar con una culpa que no debería otorgarse si no quizá, al destino caprichoso, yo me pregunto si un hombre que emprende una frenética caída durante dos años en los brazos del alcohol, un hombre derrotado por sus propios principios y desesperado por la falta de la luz que iluminaba las tormentas que su mismo carácter provocaba, un hombre abandonado por los hijos a los que él mismo ahuyentó… ¿acaso no lo habría matado la soledad?

2 comentarios:

Adam Pérez dijo...

Bravo! Bravo! Bravo! Soy consciente de que los colaboradores no deberíamos postear comentarios en textos de nuestros "camaradas", mas no podía dejar escapar esta ocasión para agradecerte de corazón que le hayas dedicado unas líneas al padre de uno de los mejores escritores de la historia, de una filosofía fascinante. Ése hombre con sus circunstancias, entre ellas las que describes, me embaucó por completo y provocó en mi una revelación. Tengo pensado dedicarle unas líneas desde hace mucho, y si no lo he hecho antes ha sido por no verme capacitado para honrar su memoria. Muchísimas gracias por hacer llegar a muchos otros un poco de este gran pensador, Natalia, muchísimas gracias.

Antonio Iglesias dijo...

Fabuloso